jueves, 29 de diciembre de 2011

Feliz ranidad y croado 2012

Erase una vez una rana, y otra y otra... y la charca se llenó de vida.

Puck.


P.D. Gracias a todos por colaborar en el cuidado de la charca, por meter los pies en el agua y dejar que vuestras ranas campen a sus anchas por estos lares. En 2012 seguiré esperando a todos los batracios que os envíen las musas.

FELIZ RANIDAD Y CROADO 2012 !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

lunes, 26 de diciembre de 2011

Besos II - Martín Gardella

Desde que un insólito hechizo me condenó a vivir como un batracio paso mis días cantando y comiendo bichitos en los márgenes de una laguna. Pensé en solicitar un beso sanador a alguna de las doncellas que se introducen en el traslúcido espejo de agua para disfrutar de relajantes y sensuales baños matinales, pero preferí no molestarlas. La vida de sapo tiene algunos beneficios: ¡se las ve tan felices y hermosas, moviendo sus cuerpos desnudos al ritmo del viento!
Martín Gardella
El living sin tiempo
Químicamente Impuros

jueves, 22 de diciembre de 2011

¡Me encantó! - Victor Lorenzo

A Rubén Ruiz

Hechizado tras leer esto en el blog, deja un breve comentario y se marcha de un brinco a seducir princesas.



Victor
Realidades para lelos

lunes, 19 de diciembre de 2011

Botín en batín - Enmascarado


Tras sus largas contiendas de al menos un par de horas, Marcos volvía a casa cargado de príncipes rehenes.
Margarita, pacientemente, siempre era la encargada de demostrar la realeza de sus capturas.
Enmascarado

jueves, 15 de diciembre de 2011

Rana - C.D.G.

Harta de ser perseguida por princesas, se dejó melena y empezó a aullar a la luna y  a atemorizar a todo el condado. ¿Y su charca?
En paz.

C.D.G.
Historias de Nadie

lunes, 5 de diciembre de 2011

Croando - Sergio Gaut vel Hartman

a A.L.

—No se ponga nerviosa, señora —dijo el juez— y cuénteme lo que ocurrió la noche del 5 de mayo; trate de no omitir ningún detalle, por insignificante que parezca.
Estábamos en el despacho del doctor René Frog, juez de familia, un tipo singular por donde se lo mire. Lo primero que había llamado mi atención al entrar a la enorme oficina era un cuadro que representaba un sapo que sonreía en la mano de una princesa. Pero no tardé en advertir que el lugar estaba poblado por las más variadas representaciones de anuros que pueda imaginarse. Había ranas y escuerzos, renacuajos y adultos, bellos y espantosos; pero lo más sorprendente era la variedad de materiales: cristal, peluche, terracota, madera, paño, hierro...
—... entonces él me levantó la mano y trató de pegarme en la cara...
—Ya —dijo el juez Frog—. Ahora dígame: ¿había intentado golpearla en otras oportunidades?
Mi cliente era la señora Zapac, una mujer de unos cuarenta años, aún atractiva, que cargaba una cruz: un esposo drogadicto que había entrado en fase de violencia física. Pero no lograba concentrarme. El juez hablaba, mi cliente hablaba y yo sólo tenía ojos para los batracios. Allí una rana de ónix, sobre la biblioteca un sapo de plastilina, un escuerzo de acrílico me miraba desde una repisa. De pronto sonó el teléfono y Frog atendió; el aparato era otro animal de la familia, una enorme rana Goliat.
—Diga. (Pausa). Estoy en una audiencia. (Pausa). No me pase más llamadas.
—Le dije que no lo hiciera. —La señora Zapac empezaba a repetirse, aunque el juez no lucía impaciente. Más aún: una sonrisa líquida le empapaba los labios, como si disfrutara de la poco imaginativa descripción, casi hipnótica, de mi cliente.
—Señora —dijo Frog—: en estos casos hay que tener en cuenta que el manejo de la patología no es para aficionados...
Dejé de escuchar. Me pareció que la rana de la corbata del juez me guiñaba el ojo. Imposible. Casi de inmediato, un sapo de arcilla sacó la lengua y atrapó la única mosca que volaba en cien metros a la redonda. Juro que no había tomado nada, por lo que comencé a suponer que mi delirio procedía de los efluvios que emanaban de la boca de Frog. Traté de interrumpir a mi cliente, que empezaba a explicar por decimonona vez que ella no le permitía a ningún hombre que le levantara la mano, y el que ya no pudo levantar la mano fui yo. ¿Qué me estaba pasando? Asistir a una audiencia y no poder intervenir me hacía sentir un sapo de otro pozo.
—Señora Zapac —dijo el juez, babeando de un modo indecente—: tenemos suficientes elementos como para hacer que su esposo reviente como un escuerzo.
—¿Perdón? —Mi cliente parecía haber llegado de Júpiter en ese mismo momento. Sus movimientos se ralentizaron y no volvió a hablar.
—Digo que tengo sobrados motivos para suponer que está lista para la transformación. —De pronto, el juez se volvió hacia mí y sus ojos parecieron salírsele de las órbitas—. Y en cuanto a usted, doctor, le ruego que no trate de entender el proceso que se iniciará en pocos instantes. Pero me permito asegurarle que se convertirá en un bello sapo de seda, el ejemplar más hermoso de mi colección.

jueves, 1 de diciembre de 2011

La esquiva rana - Luisa Hurtado


Con el tiempo, la rana que era un príncipe encantado, desarrolló gustos extraños. Y lo que es más importante, logró que ninguna de aquellas feas y babosas princesas le diese un beso.

Luisa Hurtado
Microrrelatos al por mayor

lunes, 28 de noviembre de 2011

Ojos de rana - Igor Rodtem


La bruja no solía abandonar su guarida, y menos a plena luz del día, pero debía salir urgentemente en busca de provisiones. El pequeño mequetrefe que solía hacerle los recados se había vuelto a equivocar. Aquel maldito aprendiz de estafador le había colado unos ojos de rana por los esenciales ojos de sapo, y sus últimos conjuros habían salido defectuosos. La princesa, que debería haber perdido su escultural belleza, se había convertido sin embargo en la sensación del reino merced a sus nueva habilidades atléticas, con sus espectaculares saltos y su capacidad natatoria. Y el antaño temible caballero oscuro, llamado a derrocar al cuasi-eterno rey, había desarrollado unos amorfos y horripilantes ojos saltones, mientras se pasaba el día embobado cazando moscas.

Igor Rodtem
Lo innombrable y yo

jueves, 24 de noviembre de 2011

Crisis - José Eduardo Lopes


El príncipe azul esta atravesando una crisis de identidad. Para encontrarlo, su amada tiene que besar todas las ranas del pantano.

José Eduardo Lopes
Micro-leituras

lunes, 21 de noviembre de 2011

Amar peligrosamente - Rosa Martínez



La ranita de ojos rojos le dio el beso al príncipe.- Uppsss, se me olvidó que soy venenosa. Muerto, pero mío

Rosa Martinez
Van al aire

lunes, 14 de noviembre de 2011

El tiempo es oro - Paloma Hidalgo



Era tan lenta para lanzar la caña que los gusanos tenían tiempo de metamorfosearse en moscas. Así pescó a la rana. Por si acaso, cerrando los ojos para evitar ver su piel verde y pegajosa le besó, pero tardó tanto en hacerlo que el príncipe apareció arrugado y con signos de padecer una artrosis galopante.

Paloma Hidalgo
Un libro es un jardín de bolsillo

jueves, 10 de noviembre de 2011

El hechizo - Yolanda González Mesa

ranaEl príncipe sobre el que pesaba la maldición se apretó contra las demás ranas intentando pasar desapercibido. No tenía ninguna intención de dejar que aquella princesa le besara, rompiera el hechizo y vivieran felices para siempre.
Eso sí, si alguna vez se acercara a la charca algún bello príncipe…

Yolanda González Mesa
Tinta al sol

lunes, 7 de noviembre de 2011

Despecho - Víctor Lorenzo

Un apuesto joven al que besó en los labios con dulzura: ése fue su primer amor. Y el último, porque después de besarle, ella se transformó en rana. Él huyó asustado y jamás contó lo sucedido a nadie, pero a cambio ha tenido que soportar el desvelador croar nocturno, vengativo, toda su vida. Mudarse a otras casas no ha conseguido esquivar la implacable persecución. Harto, el viejo decrépito y ojeroso que medio siglo atrás fue un apuesto joven, se ha acercado a la charca para ofrecerle el beso que invertirá el hechizo. Como si hubiera ensayado ese momento miles de veces, suspira, rechaza la oferta y se zambulle en el agua.



Víctor Lorenzo
Realidades para lelos

jueves, 3 de noviembre de 2011

Suministos - Alberto Flecha y Helena

Y saca del mostrador la bandeja para enseñar el género; un trozo de carne verde, no mucha, sanguinolenta, cortada al tajo de machete. Vuelan en ochos a su alrededor decenas (centenas) de moscas que brillan como brillan las pupilas del cliente. Son destellos verdes, azules, amarillos… “¿A cuánto?” “A seismil” Pues acepta; es caro pero compensa. El dependiente asiente y toma el cazamariposas más pequeño. Con un añejo movimiento de muñeca enreda decenas (centenas) de los insectos nerviosos y de allí al frasco. Se aceleran los movimientos y zumbidos. “Tenga, seismil”. Las manos de la rana que se atiernan sobre el tesoro y al rato, en la calle, mirándolos al sol. Destellos. Y esa lengua golosa que pasea de un lento latigazo por la calva.

 
Texto: Alberto Flecha. La caja de Alberto Flecha
Ilustración: Helena. Heñango

lunes, 31 de octubre de 2011

jueves, 27 de octubre de 2011

Y sin hermanos - Paloma Hidalgo



La niña odiaba a las  cigüeñas de su pueblo, se comían todas las ranas y la dejaban sin príncipes que desencantar

Paloma Hidalgo
Un libro es un jardín de bolsillo

lunes, 24 de octubre de 2011

Besos I - Martín Gardella



Recorriendo el pastizal que rodea la laguna, una rana encantada se interpuso en mi camino y me pidió que la besara. "Sólo el beso de un hombre gentil puede romper el hechizo", croaba. Accedí a su pedido de modo elegante, imaginando un futuro esplendoroso en algún Palacio Real, pero me equivoqué. Mientras mi cuerpo encogía, verdoso y lleno de verrugas, alcancé a ver la silueta transformada de la hermosa princesa, huyendo a la carrera, con el rostro cubierto de lágrimas, y de vergüenza.

Martín Gardella
El living sin tiempo
Químicamente impuros

jueves, 20 de octubre de 2011

El príncipe encantado - Puck

Tras el beso, desapareció saltando entre los juncos que rodean la charca de palacio mientras la princesa le miraba boquiabierta



Puck

lunes, 17 de octubre de 2011

Las ranas - Fernando Vicente

Me gustaba levantarme el primero. Me daba tiempo para hacer cosas o para disfrutar de la soledad antes de que los niños lo invadieran todo. Solía aprovechar para limpiar la piscina —apenas una charca, no se crean— de las hojas que hubieran caído. Ya se sabe que en verano los niños se lo pasan bomba en el agua y a mí me gustaba tenerla bien cuidada.
Un lunes, al retirar las hojas, descubrí una rana que, de inmediato, se zambulló hasta el fondo. La observé  más con curiosidad o asco que con miedo. Con un recogehojas de mango muy largo la acorralé contra una de las paredes y la saqué.  La lancé por encima de la valla lo más lejos que pude. Con todo, pude escuchar el ruido como de naranja podrida que hizo al golpear el suelo.  Me alegré de que los niños no la hubieran visto. Tampoco le dije nada a mi mujer, que era muy aprensiva.
El martes encontré tres ranas. No sé por qué, me sorprendí más que el día anterior. Quizás esperaba haber dejado todo resuelto al deshacerme de la primera rana, como si no hubiera más en el mundo. Aquellas tres no tardaron en volar.
El miércoles aparecieron quince o dieciséis. Ni asco ni sorpresa, ni siquiera fastidio, lo que sentí fue enfado. A toda prisa, sin entretenerme en retirar las hojas, las saqué y las hice desaparecer. Casi me pilla mi mujer. Pensé que quizás lo mejor, hasta que hallara otra solución, sería cubrir la piscina cuando nos fuéramos a dormir. Lo haría al día siguiente, me dije.
El jueves llovió todo el día sin parar, por lo que no salimos de casa. Quizás por eso los niños estuvieron más pesados que de costumbre y me pusieron un dolor de cabeza terrible. Me costó mucho dormirme.
Cuando desperté el viernes me encontré solo. Salté de la cama y fui a la cocina. Mi mujer estaba paralizada delante de la ventana que daba al jardín. Temblaba. Apenas la escuché cuando dijo «¿qué es eso, Fele?». El jardín estaba cubierto de ranas. En silencio, las ranas nos observaban a través del cristal.
Miré a mi mujer. Estaba aterrorizada. La abracé todo lo fuerte que pude para calmarla, pero ni aún así logré que dejaran de temblar sus antenitas.

Fernando Vicente (Depropio)
Las palabras que me sobran





jueves, 13 de octubre de 2011

Papá rana - Puri y Juanlu

Dibujo de Juanlu



A papá, mamá lo convirtió en rana
casi nada más conocerle.
No fue un castigo, no.
A mamá le gustaban las ranas,
pero todas se le escapaban.

Cuando vio a papá
pensó que aquel hombre
sería una rana perfecta.

Si una bruja quiere una rana de compañía,
no le sirve cualquier hombre.
Tiene que ser cariñoso,
que sepa jugar y bailar,
que sea listo, muy listo
para poder conversar,
que le guste la montaña y el mar,
y la noche con sus estrellas.

Papá era todo eso
y mucho más.
(Bueno, bailar no bailaba muy bien,
pero al menos, nunca le pisó un pie…).

Mamá, con sus palabras mágicas,
en rana lo convirtió.
Era rana algunos ratos
para saltar y nadar.

La rana saltaba y saltaba
alrededor de mamá.
y le hacía cosquillas
y reír sin parar.

A papá le gusta ser rana
porque nada un poco mal,
y solo convertido en rana
puede el río cruzar.

También papá hechizó a mamá.
Sin sortilegios, ni filtros de amor,
solo con sus propias palabras
y su manera de mirar.
Salto tras salto
le dio ternura y amor.

Papá nunca fue mago
ni nunca lo será,
pero su amor hizo magia
en el corazón de mamá.

Texto: Purificación Menaya - El rincón de la bruja de chocolate
Ilustración: Juanlu - Dibujos

lunes, 10 de octubre de 2011

Un paseo por la playa ajetreado - Adivín Serafín

Recorría la playa remojando mis pies y dejando que mi cabeza se airease. Apenas quedaba gente, conviertiendo la hora en perfecta para caminar por mis pensamientos. Una vocecilla rompió el ruidoso oleaje. Miré a un lado y otro. Pensé que era un niño. La vocecilla se volvio a oir. Venía del agua. No quedaban niños ni siquiera debajo de las olas. Insistió. Observé inquisitivo allí de donde parecía venir la voz.
-Sí, es a ti. El que lleva ese gorro tan hortera.

No había duda, se dirigia a mí. Seguía sin vislumbrar a la artífice de la vocecilla.
-Mírame, so torpe. Soy yo, la medusa que está a tu lado.
Al fin la vi. Di un paso atrás, con miedo a que me picara. Me tranquilizó. Aquella que veía allí era una medusa encantada. Una bruja le robó su vida de princesa y la metió a calzador en aquel mundo salvaje. Quería que yo la salvase: la sacara de la indómita mar, la llevara delante de un prícipe azul y hiciese que la besara.
Busqué un bote de cristal en mi infalible bolsa, lo llené de agua y metí con un palo a la medusa (todavía no las tenía todas conmigo). Sali de la playa, fui al aparcamiento y cogí mi coche. Mientras daba al encargado mi tarjeta de usuario, me vino a la chola a donde llevarla. Salí de la ciudad camino de mi casa de campo. Nada más llegar, no abrí la puerta ni encendí las luces de la entrada. Llevé al tarro a una charca cercana, llena de ranas. Solté a la medusa y me marché. A estas alturas seguro que encontró a la que era un principe encantado, se besaron y colorín colorado.
Adivín Serafín

lunes, 3 de octubre de 2011

Al otro lado - Jesús Esnaola

Un apuesto joven al que besó en los labios con dulzura se convirtió en rana con un sonido sordo, introvertido, y un poco de humo. Ella se quedó mirándola y la recogió del suelo, con disimulo, temerosa de que alguien, cerca del pajar, se diera cuenta de lo que había ocurrido. Después introdujo la rana en la bolsa que llevaba y se acercó de nuevo al camino que conducía a la fonda, a hacer mariposas con los ojos a otro peregrino. Sólo uno más y tendría suficientes para la docena de ancas de rana que se le habían antojado a su señor.
Jesús Esnaola

viernes, 30 de septiembre de 2011

Derecho a roce - Gotzon

Para la vuelta a su forma humana el sapo requería un beso de amor, mas su relación con la princesa siempre fue meramente sexual.

Gotzon
Relatos encallados

miércoles, 28 de septiembre de 2011

El pozo animado - Enmascarado

Nunca la alegre princesa imaginó que su gozo volvería a caer en un pozo, pero como todas las anteriores, cayó.
-Eres tú, la persona por la que toda mi vida había esperado –le dijo al besar al sapo Merlín.
 Al cabo de unos instantes, un ruido insoportable del pozo de su patio salía. Al menos  mil ranas croaban sin parar.
El mago, enfadado y engañado por la besucona princesita,  a escuchar la respuesta de sus principes la había conjurado.
Desde el camino, lleno de ranas que se habían congregado, a su pozo, todas habían saltado.
Enmascarado

lunes, 26 de septiembre de 2011

De princesas y príncipes - Sara NY

“No sé qué le pasa a esta niña, doctor. Desde hace dos días tiene un sarpullido muy raro alrededor de la boca…” Marta se deja examinar a regañadientes, impaciente por volver a su habitación. Poco antes de salir ha dejado a buen recaudo a su príncipe encantado. Duerme en un lecho real que ella misma ha confeccionado con los más finos tules sacados de los mejores vestidos de sus Barbies. Dentro de su caja de zapatos preferida, la rosa con estrellitas. Poco le importa que sus amigas se rían de ella, que ya no jueguen con muñecas y que no crean en la magia. Mucho mejor,  porque así ninguna se dio cuenta cuando lo encontró despatarrado en su bandeja del laboratorio y tampoco se fijaron cuando decidió rescatarlo dejándolo caer en su mochila.
Esta noche volverá a besarle, segura de que el sortilegio desaparecerá finalmente. Y en cuanto eso ocurra le invitará a su cama. Podrá disfrutar ella sola de un auténtico príncipe azul, aunque ahora sea de color verde y esté más tieso que un palo. 

Sara NY
Palabras Preci(o)sas

viernes, 23 de septiembre de 2011

Del amor - Elisa de Armas

Aunque me vuelven loco sus caricias, jamás le he consentido que me bese. A mí hay que quererme como soy, simple rana de charco, y olvidarse de esas mandangas de desencantar príncipes.

Elisa de Armas
Pativanesca

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Hirviendo a la rana... - Gala

La inteligencia no exime de equivocarte. La caída es considerable… amén que el desafortunado instruido confía en su capacidad, relaja su vigilancia y reflexión por creerse más avispado...

Así arriesga más de lo imprescindible… creído de su talento para salir airoso bien adaptándose a los cambios... o en otros, los más... sin saber/ querer alertarse de los peligros y no tomar conciencia de las circunstancias.
La ranita se relaja en su baño frío... luego tibio… nadando en la cacerola... sintiendo el confort que le aporta el agua cada vez más caliente… no lo percibe, se va acomodando…

Ya es tarde… la distensión que produjo el baño no le deja fuerzas para salir…El agua hierve… y la rana muere….
Rebeca Soler (Gala)

viernes, 16 de septiembre de 2011

Mi sapo perfecto - Reina


Eres mi sapo perfecto...

Sapo
rana
anuro
batracio
escuerzo.

Te besaré mil veces
hasta convertirme
en la rana de tus sueños...

Reina


lunes, 12 de septiembre de 2011

La princesa rana - Rufino U. Sánchez

La princesa salió corriendo cuando el sapo intentó besarla. Al no haber tomado la iniciativa pensó en un cuento al revés.

Rufino U. Sánchez 


viernes, 9 de septiembre de 2011

La rana que quería ser una rana auténtica - Augusto Monterroso


Había una vez una rana que quería ser una Rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello.
Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad. Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl.
Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una Rana auténtica. Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían.
Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una Rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena rana, que parecía pollo.

Augusto Monterroso

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Amor ante todo - Miguel Ángel Molina

El príncipe, deseoso de encontrar el amor, rebuscó por todos los cuentos.
Primero encontró a Rapunzel, pero tras escalar la torre descubrió su obsesión por champúes y suavizantes. Después halló a Bella, pero el trankimazin pudo con sus besos. Cenicienta, Blancanieves… ninguna realmente ansiaba enamorarse.

Cuando se resignó a vivir solo, una rana llamó su atención.
-¿Ranita, estás hechizada?
-Sí.
-¿Y un beso rompería el conjuro?
-Sí, si nos juramos amor eterno.
-Perfecto, sólo busco eso.
Tras besarla un musculoso muchacho, de dulce mirada, le susurró tiernamente:
-¿Hola guapo, algún problema?
Pensativo, el príncipe contestó:
-Ninguno, nadie es perfecto.

Miguel Ángel Molina


lunes, 5 de septiembre de 2011

Deseo de cumpleaños - Bicefalepena

Todos los años el mismo deseo. Llegaba el verano y con él su cumpleaños. El anhelo en su mente, la tarta preparada, los carrillos hinchados. Se veía convertida en rana... Pero no sabía que soplaba la velas en contra del viento y el barco se iba, con su afán, en dirección contraria. Y la princesa lloraba...


Bicefalepena

viernes, 2 de septiembre de 2011

Niña y rana - Verónica Ruscio

La niña de vestido verde jugaba con dos imanes. Miraba, divertida, cómo se pegaban y se repelían. Más allá, en el jardín de pastos altos, una rana asomó y la miró. Saltó, saltó, saltó hasta los pies de la niña.

—Soy una rana —dijo en ranés. La niña bajó la mirada. Vio la piel lustrosa, viscosa, los ojos saltones.

La rana miró otra vez y, en los ojos esperanzados de la niña, vio un brillo, un reflejo, tibia imagen de una rana. Hay una rana en ella, pensó. Será mi amiga.

La niña se acercó más a la rana y la miró. Vio en los ojos amarillos una niña igual a ella. Lleva una niña en la mirada, pensó. Será mi amiga.

Y niña y rana se fueron saltando

Verónica Ruscio

miércoles, 31 de agosto de 2011

Los cuentos que no cuento

Me dejó, como no, un verano.  Me miró fijamente a los ojos, mientras un "somos demasiado diferentes"cambiaba el orden de mi mundo.
Hoy, mientras miro la última foto que le hice en la piscina, me doy cuenta de que llevaba razón: por mucho que le bese, yo no soy una princesa.

Ángeles Sánchez

Fotografía de Xavier Santakiteria

lunes, 29 de agosto de 2011

El príncipe Batracio - Reina

El príncipe Batracio (Clasicos agiornados... o... si no le pongo humor a la cosa reviento)


Comienza esta historia con una mujer
que para ser princesa buscaba a un rey...
Y como rey no encontraba
a cuanto sapo cruzaba,
lo besaba...


Pues le habían enseñado
que si a un sapo besaba
en príncipe se transformaba...


Así que besaba sapos,
ranas, anuros, escuerzos...


Pero a pesar de tantos esfuerzos
ninguno se transformaba...


Basta de besar sapos,
dijo un día la muchacha,
ya estoy asqueada,
aquí no conseguiré nada...
Y dejando al último batracio en el estanque
marchóse buscando aguas más pobladas...

-Qué tranquilidad- dijo la rana- escapé de ser besada...
Y echándose a dormir
tranquilamente croaba














cuando otra mujer vio venir
y antes de que ella comenzara
con besarlo a insistir...
-Sólo soy una rana- le dijo-
no me voy a convertir...!












-Yo no quiero ni pretendo
a ningún sapo convertir
sólo quiero, si me dejas,
en el estanque dormir...

Y mientras ella dormía
el sapo desconfiado
desde lejos la veía...










Fue acercándose de a poco
lentamente hasta su boca
y acaso como al descuido,
sin quererlo, la besó...


La muchacha despertó
convertida en una rana...
Desde entonces croan juntos
toditas las mañanas...


Moraleja:
No todos los sapos son príncipes ni todas las mujeres son iguales... algunas prefieren croar con las ranas...!
Reina

viernes, 26 de agosto de 2011

Renunciando a un beso - Sucede

Temo el sonido envolvente que originan las ondas en el agua cuando algo de densidad mayor traspasa ese opaco muro en el que flotan algunas hojas desperdigadas y, pese a la contradicción, secas. Temo esos árboles que retuercen sus frondosas ramas de un lado a otro de la ciénaga, tratando de ocultársela a un sol impertinente que intenta abrirse un hueco con su mirada de fuego, sumiéndola en una nocturnidad constante. Temo el canto siniestro de esos insectos, desterrados, que tratan de sobrevivir causando estragos. Y sin embargo, adoro el carnívoro ataque de los insectívoros moradores de ese mohoso mundo en el que no caben príncipes pero sí princesas.
Desde su atalaya arbórea otea clandestinamente una rana moteada sus dominios, recordando la dolorosa metamorfosis que experimentó un día, decidiendo por lo tanto que ser verde no le impide ser princesa.

Sucede